Mi nombre es Valeria Fuster. Nací en Buenos Aires (Argentina), pero llevo más de 35 años en la isla de Tenerife (Canarias- España). Pero independientemente de dónde haya nacido, me considero habitante del mundo. Encuentro que las fronteras son más mentales que físicas. Cuando tienes la posibilidad de viajar y, como es mi caso, dominar 5 idiomas, lo cual te permite hablar en su misma lengua con algunas personas, te das cuenta que la gente es igual en todas partes, que todos tienen las mismas necesidades y sueños, todos aspiran a lo mismo; a poder ser lo más felices posible durante su paso por esta vida a pesar de las circunstancias que les ha tocado vivir.
Mi trabajo durante muchos años ha sido como relaciones públicas. El hecho de vivir en una zona turística te da la posibilidad de conocer gente de distintas nacionalidades, de viajar, ganar dinero suficiente como para tener una buena vida en lo que a bienes y consumo se refiere, pero también te lleva a vivir una vida un tanto superficial. La gente con la que tratas semana tras semana, viene y se van, están de vacaciones, visitan nuestro paraíso para olvidarse de ellos mismos, todo tiene que ser diversión, los problemas los han dejado en sus países de origen, y allí seguirán, agazapados tras la puerta esperando a que regresen para enfrentarse nuevamente con su realidad.
Esto me llevó a sentir un gran vacío. Era como una especie de marioneta sonriente, y lo peor es que la gente de mi entorno, los compañeros de trabajo, todos estaban en la misma situación, sentían de igual manera, y así se les pasaba también la vida.
A los 30 años me di cuenta de que si no daba un giro radical a mi vida cuando fuera mayor y mirase hacia atrás me arrepentiría.
Por circunstancias que se me presentaron y que sería largo explicar aquí, decidí dejar completamente esa vida, conocí al que fue marido y nos fuimos vivir al campo. Compartíamos la afición a los caballos, así que decidimos montar un centro hípico, vinieron dos hijos seguidos porque así lo decidimos, mi mejor proyecto es ellos. A ser madre y trabajar con animales me he dedicado durante 20 años de mi vida. Lejos de ruido y en la paz que te proporciona vivir en la naturaleza.
Pero cuando pensaba que ya todo estaba decidido en mi vida, en torno a mis cuarenta años de edad, algo me sucedió que puso mi mundo patas arriba. No fue una enfermedad, ni un drama familiar ni una pérdida irreparable, no, fue algo mucho más sutil. Un buen día me detuve, miré a mi alrededor y me dije -"¿Ya está, esto es todo?"-
No es que no me sintiera satisfecha en mi rol de esposa y madre y empresaria familiar, sino que de pronto tuve conciencia de que había algo más que me estaba perdiendo y no entendía por qué me asaltaba ahora esta sensación de vacío y desasosiego.
Caí en un estado depresivo. Mi mente razonaba lúcida como siempre, pero un dolor muy profundo se había instalado en mi pecho y no podía encontrar consuelo ni en las pastillas que me había recetado el médico, ni en ningún tipo de terapia. Un día, sin saber cómo llegué hasta ahí, me vi al borde de un abismo, pero en ese momento reaccioné y me pregunté qué era lo que estaba haciendo. Tenía dos hijos pequeños que me necesitaban, eran mi mayor logro en la vida, y yo no podía fallarles de esta manera, tenía que ser la madre fuerte y alegre que ellos necesitaba y merecían que fuera.
Yo soy escéptica, me críe en colegios de monjas, pero nunca pude aceptar la doctrina, siempre la cuestionaba, no por cuestiones ideológicas, sino porque algo en mi interior me hacía desconfiar, algo que me decía que todo era una gran mentira, así que por ese lado no podía buscar. Decidí recurrir a la psiquiatría y la psicología, pero tampoco me convenció, mi mente funcionaba perfectamente, pero así y todo el dolor seguía siendo insoportable, así que probé todas las fórmulas que se me ponían al alcance de la mano; terapias naturales, otras filosofías, libros de autoayuda. Todo ello me daba el placebo necesario para poder seguir adelante con mi rutina, pero no era más que una huída hacia adelante.
Un buen día cayó en mis manos un libro de Lou Marinoff titulado "Más Platón y menos Prozac", al principio desconfié pues se trataba de un best seller, y pensé que era un producto más del consumo de masas que nos meten a la fuerza, pero cuando comencé a leer sus primeras páginas, como por arte de magia encontré la respuesta.
Allí planteaba justamente casos como el mío, gente que en un determinado momento de su vida había perdido el rumbo y comprendí que lo que necesitaba era una visión filosófica de la vida, y cuando digo esto no me refiero a tragarme todas los libros y estudiar las distintas corrientes y escuelas filosóficas establecidas, sino a mi propia filosofía de vida, a buscar cual era mi verdadera naturaleza y los valores que realmente funcionaban para mi, aquellos que eran propios de mi esencia y no impuestos desde el exterior, ya sea por educación, conducta, o la sociedad. Me di cuenta que sin una visión propia siempre sería un corcho en el océano flotando a la deriva, y que lo que me daría fuerza y una razón para encontrar sentido a mi vida era saber cuál es mi misión.
A través de la experimentación y el autoconocimiento primero (tarea nada fácil), y el compartir y aplicar lo aprendido después, especialmente gracias a mi trabajo de monitora de equitación, dónde podía a través de los caballos trabajar solapadamente todas las técnicas aprendidas para conseguir que la persona superara sus miedos y limitaciones, descubrí que lo que más me importaba era el impacto que podía causar en los demás, y desde entonces mi misión es:
"Que cada persona que pase por mis manos se vaya mejor de lo que la encontré".
Sabía que tenía que haber algo que pudiera facilitarme las herramientas necesarias para conseguir resultados más efectivos y en menos tiempo, ya que muchas personas no pueden superar el punto de frustración que a veces le produce trabajar con un animal que por muy noble que sea, no deja de ser un ser vivo con movimiento propio, y así fue como entré en el mundo del coaching, y para mi gran satisfacción descubrí que muchas de las cosas que allí aprendí, ya las hacía yo de manera intuitiva.
Mi vida sigue dando grandes giros. El cambio es constante, pero también soy consciente que esos cambios son los que necesitaba para mi aprendizaje, son mi maletín de trabajo dónde guardo todas las herramientas necesarias para llevar mis sueños adelante.
Esto que he compartido es una parte de mi historia, mi experiencia, mi filosofía, lo que a mí me ha funcionado. Sólo te digo que tú también tienes dentro de ti tus propias herramientas. Yo lo único que te propongo es un acompañamiento para recorrer esa fantástica aventura de crear tu propia vida según tu propia filosofía.
Un viaje fantástico por cierto...
Un sábado por la mañana del año 2011, oí por primera vez, en la radio del coche mientras llevaba a mis hijos a clase de inglés, a un tal Sergio Fernández del Instituto de Pensamiento Positivo. A partir de esa primera semilla, mi forma de ver el mundo cambió totalmente y sigue transformándose…
Mi trabajo durante más de veinte años como monitora de equitación en mi propio centro hípico, me llevó a especializarme en adolescentes y adultos con problemas de estrés, ansiedad, miedo y baja autoestima.
A fin de poder dar un mejor servicio y apoyarme en herramientas más efectivas además de la equitación centrada, me formé como Life Coach en el ICG (International Coaching Group) de Melboure.
Inspirada por mi mentora Karen Vega, comienzo a trabajar como Coach de transformación fuera del ámbito ecuestre, ofreciendo mis servicios a particulares y equipos de patinadores juveniles de competición.
Desarrollo un sistema propio denominado Método Adiós, en el cual combino el aprendizaje de la equitación centrada, junto a diferentes técnicas de PNL, Integración de hemisferios cerebrales, coaching y meditaciones, y mi particular intuición obtenida de la experiencia de trabajar tan estrechamente con la ayuda de los Caballos Maestros.
Prosigo mi formación asistiendo a los seminarios de Anthony Robbins, número uno en el mundo del crecimiento personal.
Del 2013 al 2017, recorrí varias provincias de España como coordinadora de eventos de desarrollo personal, y como Staff de formadores de reconocida trayectoria, a fin de poder vivir el mundo del desarrollo personal más de cerca y adquirir práctica y mayores conocimientos. (Laín G. Calvo, Romain Liebs, Ángel López, Tino Fernández)
En 2016 me forme como Coach de Plenitud y técnicas de alto impacto con Ángel López y Dr. Mónico Carvajal.
En 2017 como Coach de intervención estratégica en ACE (Academia de Coaching Estratégico en la metodología Robbins-Madanes.
En 2020 formación como Hipnoterapeuta Integrativo con al Escuela de Iván Lentijo. Especializacion en Ansiedad, Estrés e Hipnoadelgazamiento
Soy bastante polifacética, he hecho varios cursos de escritura creativa, Danzando 5 ritmos, Hipnosis Efectiva, Eneagrama, Psicología de la Personalidad, Teatro Terapéutico, Coaching con caballos, etc.
Mis referentes actuales son Borja Vilaseca, Sergi Torres, Victoria Cadarso, Mario Alonso Puig, Tino Fernández, Iván Lentijo, Lou Marinoff, Rafael Santandreu, y como siempre Osho, “el místico políticamente incorrecto”
En la actualidad combino mi profesión de comercio exterior con la de facilitadora de Hipnoterapeuta Integrativo, Gestión Emocional, Escritora y Conferenciante.
Quizás lo único que te sucede,es que con tanto ruido externo,ya no puedas oír tu propia voz.
Pide tu sesión gratuita de Enfoque y Estrategia Personal.
©Copyright Valeria Fuster 2020